La noche

El día da paso a la noche, el cielo hace tiempo que cambió de color y las farolas se encienden, apenas se escucha ruido en la calle, y yo pensando en la noche.

Me pregunto cuántas personas en este instante estarán preparándose para salir, mirándose al espejo y pensando que es su noche, mientras yo estoy tumbado en la cama imagino sus caras de felicidad, sus pensamientos de positividad ante la noche que les espera.

Me pongo el pijama, son las 12:00, ya es medianoche y sigue el silencio, aunque puedo escuchar con claridad los ronquidos de la mujer del vecino con la compañía de su televisor mientras ella duerme profundamente.

La noche continúa, empiezan a llenarse las discotecas, salas oscuras con luces de diferentes colores que distorsionan la realidad, cargadas de una superficialidad, donde lo que destaca es el exterior.

Mis pensamientos son interrumpidos por mi teléfono móvil, no es nadie, es la batería, acto seguido me dispongo a cargarlo cuando se escucha el motor de un coche llegando, debe ser el marido de la vecina.

Mientras me lavo los dientes, pienso en las personas que estarán en este momento compartiendo sus fluidos con otras, y cuántas de ellas lo habrán hecho con más de una en ese reino de apariencia y fantasía, ese pensamiento no ha sentado muy bien a mi estómago.

Vuelvo a mi habitación, puedo escuchar claramente los pasos del vecino, descompensados, parece que estuvo bebiendo. El ruido que hace la llave al entrar en la cerradura es un eco que se escucha en toda la estancia, la puerta se cierra y las paredes que son como el cartón retumban. Se escucha el ruido de una silla arrastrándose, junto con el ruido de las llaves sobre la mesa, se oyen pasos, la tele se apaga, creo que su mujer se quedó dormida en el sofá de su salón, o quizá lo que da con mi pared es el dormitorio, como nunca he visitado esa casa no puedo ubicarme.

Procuro ignorar lo que sucede en la habitación de al lado, intentando volver a pensar en la noche, las discotecas, donde todo es irreal, donde nada es lo que parece, quitándose horas de sueño para moverse dentro de una sala llena de ruido.

La gente baila al ritmo de la música, algunos lo intentan y otros lo hacen a descompás a causa de alguna sustancia etílica quiero creer.

Miradas, sonrisas, intentos de cortejo para sentirse bien con uno mismo, poder volver con el listón muy alto y ser la envidia de los que se quedaron en casa haciendo cualquier otra cosa, con nuevos números de teléfono en su agenda, con la probabilidad que varios de ellos sean falsos.

La música está muy alta, apenas se puede hablar, de todas formas aquí solo quieren que consumas, para algo es un negocio.

Un bostezo me hace mirar el reloj, en el momento que apago la luz se enciende la luz de la discoteca, todo vuelve a la normalidad.

Ya no hay música, todo el mundo comienza a hablar, agradeciendo poder hacerlo sin tener que gritarse en la oreja.

Poco a poco se va diluyendo la multitud, dejando la estancia vacía con la única presencia de los camareros, que empiezan a limpiar todo para poder irse a casa.

Las calles se llenan de gente, hablando como si fueran las 3 de la tarde, en algunas casas cercanas comienzan a iluminarse las ventanas, parece que los ruidos del exterior han despertado a los vecinos.

Una fila de taxis ocupados comienzan a desfilar por el asfalto, es complicado encontrar una luz verde a estas horas, algunos tienen suerte, otros desisten la difícil tarea de coger un taxi y vuelven a casa andando.

Los hay valientes, que aún sabiendo que han bebido unas copas de más ponen a prueba su vida cogiendo el coche con el riesgo que supone para la circulación, algunos tendrán suerte y llegarán a casa sin una multa en su cartera.

Así es la noche, monótona para algunos diferente para otros, al fin y al cabo no hay mucha diferencia.

Permanezco con los ojos cerrados desde que apagué la luz tratando de conciliar el sueño, mi sueño.

¿Y yo?, quizá yo no soy yo, solo soy un pensamiento de alguien que decidió no salir esta noche... La noche.




Hasta luego